
Saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es
enfermedad. (Lao Tse)
Navegar cada día por las redes sociales es una cruel patada a mi autoestimo y a mi amor propio. Leo noticias y comentarios y me siento un liliputiense en un mundo de gigantes. Todos saben de todo menos yo. Es deprimente e intolerable. Me siento ignorante, inculto, cateto. Recuerdo cuando vi la maravillosa película “Iintersetellar”, del no menos maravilloso Christopher Nolan. Yo, amante de la buena ciencia ficción, salí extasiado de la sala de cine y no podía esperar el momento de compartir mi emocionante impresión y recomendar el filme. ¡A buena hora se me ocurrió hacerlo! Se destruyó toda la emoción que me embargó al descubrir que mis amigos y conocidos eran unos expertos en astrofisica y física cuántica sin que yo nunca lo hubiese sabido. Todos ellos; cajeros, profesoras de Lengua, camareras, mecánicos; hasta los de oficio, parados; me enumeraron las inexactitudes de tan fantástico (o eso creía) guión y me dieron varias clases magistrales sobre agujeros negros y paradojas espacio-temporales. ¡Qué gran agresión a mi autoestima, qué gran lección de humildad a mi ignorantepersona! ¿Cómo era posible que yo, ignorante de mi, no me diese cuenta de que estaba rodeado de expertos en ciencia avanzada? Me acomplejé ante mi precario conocimiento en comparación con los de las personas de mi entorno, el real y el virtual. La cosa no acaba aquí. Recordé que lo mismo me sucedió, para mayor encogimiento de mi iletrada alma, con las películas “300”, de Zack Snyder sobre el cómic de Frank Miller, y “Apocalypto”, de Mel Gibson, películas que gocé como un niño pero no mis colegas, que no entendían como no me daba cuenta del daño que ambas obras perpetraban a mi cerebro al no ser yo, como ellos, experto en las Guerras Médicas ni en las civilizaciones americanas precolombinas. Lo que no termino de
explicarme es como es posible que España sea un desastre con todo este caudal deconocimiento todológico.
La Todología es la especialidad que domina el homo digitalis contemporáneo. Consiste en hablar y escribir de todo sin saber de nada. Tan sólo se necesitan unos breves minutos navegando por Internet para recibir una licenciatura en Todología. En España, esta Alta Disciplina ha superado a la afición por el fútbol entre nuestros ciudadanos. ¿Y cómo no? Uno escucha a hablar de fútbol a los amigos y compañeros de trabajo en los bares y oficinas y de repente se encuentra rodeado de futbolistas, entrenadores y presidentes; incomprendidos expertos en la materia a los que el mundo, para su desgracia, ha marginado miserablemente. Las redes sociales e Intenet arden (verbo usado por todólogos para referirse a meros y simples hilos de Facebook y Twitter) con postulados de Todología sobre cualquier materia en beneficio de la santificada y divinizada libertad de expresión; mas divinizada en tanto en cuenta no se tenga nada original que expresar ya que la originalidad es la más virulenta enemiga de las convenciones, aquellas de la que todos somos o víctimas o acervados defensores.
¡A ver si nos enteramos! La Todología no entiende de libertad de expresión porque da por sentado que todos lo sabemos Todo. Los sociólogos y politólogos saben tanto del universo y la naturaleza humana como los astrofísicos, los biólogos y los antropólogos. Las grandes mentes de la historia nos han legado sus conocimientos para que nosotros podamos reducirlos a conveniencia a postulados de la autoayuda para sentirnos mejor con nosotros mismos ante la complejidad y diversidad del mundo. El diablo está en los detalles así que alejémonos del detalle y el matiz, y huyamos de la perversa influencia del Ángel Caído; al fin y al cabo, Lucifer no era más que un adolescente malcriado con problemas paternos. ¿Para qué centrarse en lo concreto si puedo sacar una sencilla consigna que todos repetirán y extenderán creyendo que refleja un conocimiento profundo? Lo profundo es denso, y comprenderlo exige más de los tres segundos de atención que se necesitan para avanzar curso en Todología. La vida en la sociedad de consumo digital es dura: horarios flexibles de trabajo, pago de facturas, gestiones del hogar… necesita que se lo den todo fácil y rápido, que pensar cuesta, da dolor de cabeza y nos descubre verdades sobre nosotros mismos que no encajan bien en Instagram y Twitter, principales ateneos de Todología.
No quiero olvidarme de los todólogos Honoris Causa; los máximos ingenieros de la materia “Todo”; los artistas de la Totalidad: los tertulianos. La crisis del 2008 (la Todología obvia que en el mundo existen millones de personas que están en crisis todos los años) supuso el mayor crecimiento todólogo de la historia. Todos eran expertos en economía. Pero si todos eran expertos en economía, ¿cómo es posible que sufriésemos una crisis?. Los todólogos respondieron mi pregunta mucho antes de que yo llegase a formularla. La respuesta es simple. La Todología no tiene memoria. Mi incompetencia e ignorancia del ayer se transforma en las de hoy, sin autocrítica ni reflexión. Lo importante de la Todología es no quedarse callado. La plebe está ocupada con sus propios manuales de Todología y no molestarán a los tertulianos-todólogos ante su hipocresía porque la hipocresía no existe en Todología. Un todólogo puede decir algo hoy y lo contrario mañana, que le adorarán por su generosidad a la hora de “cambiar de opinión” y “matizar”. La responsabilidad del todólogo es la completa irresponsabilidad ante lo que se dice, se escribe y se emite. Los medios de información y Todología siguen recibiendo el dinero de la publicidad institucional y de la de las distintas macroempresas del IBEX, principales donantes de España en becas para futuros todólogos, por lo que, ¿qué mas da la hipocresía si ésta es un buen negocio?. Los tertulianos, de todas las presuntas ideologías, de todos los partidos, de todos los campos de la Todología (que solo son dos en uno: poder y dinero) imparten sus todológicos conocimientos para que nosotros, ciudadanos, ignorantes catetos desamparados, vivamos y nos relacionemos según su diseño todólogo-social, que leamos sólo los libros que ellos publican, que veamos sólo sus programas, para hacer desaparecer de nosotros la insolencia de pensar por nosotros mismos, brutal antídoto contra la Todología.
Esta pandemia está siendo un máster en Todología para media humanidad. Como me sucedió con “Interstellar” y la física cuántica, ahora descubro que menos yo, mis semejantes y los tertulianos son expertos en virología y epidemiología. Quizás este loco; quizás sea un resentido ante la sabiduría de los demás, pero me da que los postulados todólogos, de esta pandemia en particular y del todo-todólogico en general, es un mero mecanismo de entretenimiento para las masas para huir de los auténticos debates que deberían estar en el principal escenario de la opinión pública. Quizás es aún peor de lo que digo; quizás la propaganda de la Todología, en cualquier submateria que la compone, sea el método apropiado para eliminar todo resquicio de opinión pública en beneficio del discurso tecnócrata-político-corporativo que padecemos desde la transición (jamás existió en España mayor evento en Todología); el discurso único que consiste en que los partidos políticos, de unos y otros, y las empresas afines a ellos sigan constituidos en una casta-todóloga; que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo castiga; que viva a costa de los demás.